La poeta afgani Nadia Anjuman
Un poema de Nadia Anjoman
traducción por Andrés Alfaro
No tengo ganas de abrir la boca
¿De qué debo cantar?
Yo, quien está odiado por la vida,
No hay diferencia de cantar o no cantar.
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¿Por qué debo hablar de la dulzura?
Cuando siento yo tanta amargura.
Oh, el festÃn del opresor
Me tocó la boca.
No tengo ni un compañero en esta vida
¿Para quién puedo estar dulce?
No hay diferencia de hablar, reÃr,
Morir, ser.
Yo con mi soledad agotada
Con dolor y tristeza.
Nacà para nada.
La boca se debe precintar.
Oh mi corazón, ya sabes que es la primavera
Y el momento para celebrar.
¿Qué debo hacer con un ala atrapado?
Que no me deja volar.
He estado callada por demasiado tiempo
Pero nunca me olvido la melodÃa,
Porque cada momento cuchicheo yo
Las canciones de mi corazón
Que me acuerdan del
DÃa que voy a romper la jaula.
Volar de esta soledad
Y cantar como un melancólico.
No soy un débil árbol de álamo
Que cualquier viento va a sacudir.
Soy una mujer afgana,
Asà que sólo tiene sentido para gemir.
Nadia Anjoman era una poeta afgani y periodista que asistió la Universidad Herat. Se murió en 2005 de consecuencia de heridas a la cabeza a las manos de su esposo. Ella publicó un libro de poesÃa en 2005 se llama Gul-e-dodi (La flor grana). Por eso ganó a atención crÃtica en Afganistán igual como la del vecino Irán. Se creció durante el reinado del talibán donde ella y otras intelectuales femeninas leyeron secretamente la literatura prohibida como las obras de Shakespeare y Dostoevsky, un crimen castigado con la horca. Su memoria va a durar a través de su poesÃa.